Recuperados del cansancio y con las entradas en la mano, nos fuimos a recorrer el Templo de la Sagrada Familia. Evitamos las larguísimas colas y entramos. Si por la fachada quede estremecida, en el interior me envolvió una inmensa emoción. El templo es monumental pero a la vez acogedor. La luz se cuela por las vidrios de colores y le da al espacio diferentes tonalidades.
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